Hace mucho años le escuché a Luzu (‘Camino hacia el éxito’) –quién se lo escuchó a Will Smith, quién se lo leyó a Thomas Edison, quién se lo debió oír a cualquier otra persona o quizás lo acuñase él mismo– que ‘el éxito es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración‘.
En otras palabras. Que el talento es sólo un primer acelerón aventajado en la salida de tacos, y el resto una larguísima carretera, donde se equiparan las fuerzas y solo los perseverantes logran alcanzar la meta.
Y yo sin embargo, que desde mi adolescencia me describo como nihilista ecológico y ateo en lo religioso, sostengo una extraño comportamiento pathoslógico (el puñal de la razón aristotélica) con toda joven promesa encallada o ex estrella moribunda de la NBA. De ahí que me pasen cosas anádromas como coleccionar merchandising de Michael Beasley, fantasear con el retorno de Andray Blatche o sentirme invadido por un torrente de ingenua esperanza tras el traspaso a los Warriors de Andrew Wiggins.
No obstante y por otra parte, Dragan Bender, por favor lárgate. Pero bien lejos. Vete ahora y nunca vuelvas (¡gollum, gollum!).
¿Puede hacérse(me) un simple contrato de 10 días exasperantemente largo? Desde luego que puede. El ala-pívot bosnio, artista él, lo ha conseguido.
Firmó con Golden State hace dos jueves, estamos a viernes, y yo, por mi parte, no necesito ver más. Tres partidos en ocho días (Pelicans, Kings y Lakers) que podrían resumirse así: ‘Bender de treeeeees….! ¡Clanc! (rechinar del hierro)’.
Dos suplencias, una titularidad: 22,3 minutos de promedio, y un control de daños resumido en seis lanzamientos a canasta por cada noche de examen: 3,7 de ellos desde el arco de tres. Distancia desde la que maneja un flaco 32,3% a lo largo de su carrera NBA. Distancia desde la que firma un 18,2% como miembro en tránsito del conjunto de La Bahía.
Yo, trasnochador jubilado, no soy quién para dar consejos a nadie; menos a un ex pick 4º del Draft que acumula ya 27,4 millones de dólares en contratos, mientras el menda evita el Glovo a toda costa porque el 1,90€ al que cotiza la pereza le parece un despilfarro. Pero es que Bender, criatura, vamos a ver…
…Si hasta tu llegada a la Bahía el 50% de tus (escasos) tiros nacen desde la larga distancia, y además de un servidor (y de NBA.com), este gráfico de Five Thirty Eight te insiste también en que desde el triple mal, y que la media distancia mejor ni olerla… pues eso, la paradoja del asno y la zanahoria, ejemplificado Bender en la pobre bestia de tiro, y siendo la hortaliza una mezcla del algoritmo Morey, unas draft predictions obsoletas y un complejo de tirador consumado –sumado a una alergia repentina a la pintura– que no hay chamán que se lo consiga arrancar.
Con los hermanos Splash (cuando vuelvan), un Wiggins en redención y un Draymond Green que si bien se parte el espinazo en la pintura no rehuye su spot en estático por fuera, lo que necesita Steve Kerr en su rotación es un ‘4-5’ versátil y multiusos, y no otra falsificación casposa con onanismos de Rashard Lewis, y que con ser un tercio de Ryan Anderson ya podríamos darnos más que por satisfechos.
Aunque los hubieses metido todos, Bender. Aunque tu hoja de tiro fuese la de Robin Hood en Notthingham y hubieses clavado esos once intentos de triple en estos tres primeros partidos. Todos, con tus cinco años NBA actuando de antecedente, lo catalogarían de racha y en ningún caso de cambio de paradigma.
Lo que buscan, lo que se espera de tí aún a tus tiernos veintidós, es que dejes de ocultarte tras unas faldas imaginarias; de arrugarte como el periódico de la mañana en el carraspear del chubesqui. Y de que te enteres ya que mides 7,1 pies, y empieces de una jodida vez a usarlos. Fuera la horchata, la escarcha y el chupete.
Porque mientras a currantes como Isaiah Thomas los trenes le pasan bisiestos y de soslayo, Bender se pasea por un bazar a la hora de las mancuernas mientras se le agolpan los tenderos ofreciéndole una oportunidad tras otra.
La última ante los Lakers. La meca del lucimiento. Sin Wiggins y encima como titular. Sólo le faltaba el It’s Time de Imagine Dragons sonando por megafonía.
Si Kerr aún no ha tirado ya toalla, tendrá la última (antes de que expiren los 10 días) el sábado, ante los Phoenix Suns; su primer equipo en la Liga. La guinda de una motivación que amenaza perderse, confusa, entre tanta desidia.
(Fotografía de portada de Mike Stobe/Getty Images)
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