Seguimos estudiando la NBA desde una perspectiva histórica. Porque la liga que todos conocemos hoy en día ha sido construida en miles de episodios, de historias, de personajes y de pequeños detalles que han aportado su granito de arena en la confección de una narrativa global que se ha ido reproduciendo hasta la actualidad. En esta recopilación de artículos en concreto trataremos aquellas figuras que han sido clave en la evolución de la liga desde los despachos. Sí, en efecto, hablamos de los general managers. En este tercer artículo hablaremos sobre la figura de Jerry Colangelo, quien transformó a los Suns en una franquicia vanguardista.
Primera entrega: Wayne R. Embry, el primer ejecutivo afroamericano de la historia de la NBA
Segunda entrega: La obra maestra de Jack McCloskey, los ‘Bad Boys’
Tenía tan solo 28 años cuando se sorprendió a sí mismo avanzando con paso decidido por una de las infinitas terminales del aeropuerto Internacional Sky Harbor. Corría el año 1968 y, días antes, se había convertido en el general manager más joven en la historia de la NBA. Caminaba despacio, en silencio, una virtud que había aprendido mientras trabajaba como scout y asesor del presidente de los Bulls, Dick Klein. Los tres pilares sobre los que había construido su filosofía de trabajo: mirar, escuchar y aprender.
En uno de sus primeros viajes como scout para la franquicia de Chicago quiso aprovechar la experiencia para absorber la mayor cantidad de sabiduría posible. Se había desplazado con el fin de recoger información para su equipo, pero también para sí mismo. Así, buscó un asiento libre muy cercano a los ocupados por Marty Blake, general manager de los Hawks, y Red Holzman, leyenda del banquillo de los Knicks. Pese a la gran relevancia y reputación de aquellas dos figuras, no dirigió ni una sola palabra a ninguno de los dos. Durante los siguientes tres días, Jerry Colangelo permaneció en silencio, observando cada palabra, cada gesto, cada puntualización o detalle de aquella singular pareja. Antes de regresar a casa, Holzman se dirigió hacia Colangelo y le dijo: “Tienes futuro en esto, chico.”
La falta de experiencia durante aquellos primeros pasos en el mundillo fue compensada con visión y un brillante instinto para hallar una oportunidad, ya fuera deportiva o económica. “Al principio de mi carrera aprendí a mantener la boca cerrada y ser una esponja. Me rodeé de personas que sabían para aprender de ellas”, fueron sus palabras.
Ahora, mientras contemplaba en el horizonte la inminente llegada de la treintena, aterrizaba en Phoenix junto a su esposa, sus tres hijos y 300 dólares en el bolsillo, para liderar desde las oficinas la primera franquicia profesional del Valle del Sol. La orden recibida de Richard Bloch, máximo inversor y propietario, era sencilla y directa: convertir a los Suns en una franquicia ganadora y, a su vez, en una organización vanguardista capaz de codearse con la élite financiera de la NBA. La filosofía a seguir por Colangelo fue igual de clara: construir en base a la juventud y unos principios innovadores. Para ello apostó, en primer lugar, por llevarse consigo a Johnny Kerr, otra figura con ideas frescas que acababa de ser elegido Entrenador del Año en la primera campaña de los Bulls en la NBA (1967). Ambos se habían hecho amigos durante su breve periplo en Chicago, pero la petición de Colangelo supuso un reto para Kerr: “Conozco todas las jugadas. Cámbialas.”
Dadas las órdenes al head coach, él se puso manos a la obra con la confección del equipo a través del draft de expansión de dicho año, en el que también estarían presentes los Bucks. Su ojo clínico para hallar talento y oportunidades no erró. Sus dos grandes adquisiciones fueron Dick Van Arsdale y Gail Goodrich, quienes habían pasado sin pena ni gloria por Nueva York y Los Ángeles. Bajo el cobijo de Colangelo y la confianza de Kerr, ambos serían elegidos para disputar el All-Star Game esa misma campaña. Jim Fox, quien aterrizaba desde Detroit, lograría el máximo registro reboteador de su carrera. Otros, como Dick Snyder, Stan McKenzie y Neil Johnson, aprovecharían su estancia en Phoenix como trampolín hacía una carrera relativamente sólida en la NBA. Sin embargo, ninguno de ellos pudo evitar que los Suns se estrenaran en la competición con el peor récord de toda la liga (16-66). Un balance que, por otro lado, permitía optar al ‘premio gordo’: aquel espigado chaval que había liderado a UCLA a tres campeonatos consecutivos de la NCAA.
De la decepción al éxito
Desafortunadamente para los Suns, en 1969 no existía la lotería del draft. Todo se decidía con el lanzamiento de una moneda entre el peor equipo de cada una de las dos divisiones que conformaban la NBA. Así, tanto en Phoenix como en Milwaukee sabían que ganar aquel sencillo juego suponía elegir a Lew Alcindor. Todo se reduciría a ‘cara o cruz’.
Conocedor del carácter azaroso de la situación, Colangelo dejó en manos de sus aficionados la decisión mediante una encuesta telefónica que recibió una respuesta masiva. “Quería que nuestros aficionados compartieran la victoria o la derrota. Era un momento especial, que ocurre una vez en la vida, ¿por qué no dejar que nuestros aficionados formen parte de eso?”
La ciudad de Phoenix optó por elegir ‘cara’. Ambas franquicias conectaron por conferencia telefónica para conocer el resultado. Pero fue el aparato de Milwaukee el que devolvió gritos de júbilo y triunfo. Había salido cruz. Los Bucks elegirían a Lew Alcindor. Colangelo tendría que conformarse con el segundo pick, con el que reclutaría a Neal Walk, también pívot, procedente de Florida. Curiosamente, aquel mismo verano lanzarían otra moneda al aire por Connie Hawkins, estrella de la ABA, a quien también pretendían desde Seattle. Esta vez, la suerte si estuvo de su lado. Colangelo también lograría el traspaso de Paul Silas a cambio de Gary Gregor, quien se había convertido en la primera selección en la historia de la franquicia un año antes.
Los Suns dieron un paso adelante con Hawkins, Goodrich y Van Ardsale, todos ellos por encima de los 20 puntos por partido. Sin embargo, Colangelo despidió a Kerr tras 38 partidos y un récord de 15-23. Sin tiempo para buscar un sustituto, él mismo tomó las riendas del equipo. Había aprendido lo suficiente durante sus años como jugador en la Universidad de Illinois. 24 victorias en los siguientes 44 partidos aseguró la primera aparición en playoffs de los de Arizona. Allí caerían ante los Lakers en primera ronda tras desperdiciar un 3-1 a favor. Una decepción que, no obstante, no acalló el mensaje: habían llegado para quedarse.
Cotton Fitzsimmons tomó el testigo en el banquillo y la salida de Gail Goodrich de regreso a los Lakers a cambio de Mel Counts —quizá el peor movimiento de la era Colangelo— no minó el ascenso de la franquicia. En las siguientes dos temporadas sumaron 48 y 49 victorias, respectivamente. Cifras que, curiosamente, no fueron suficientes para alcanzar los playoffs en una Conferencia Oeste muy competitiva ya por aquel entonces en la que solo accedían a ellos los cuatro primeros. No obstante, no pasaría mucho tiempo antes de que los Suns se consolidaran como un equipo perenne en la postemporada.
En 1973 fichó como entrenador a John MacLeod procedente de la Universidad de Oklahoma y apenas tres años después, en 1976, los Suns jugaban las Finales de la NBA. Aquel equipo estaba liderado por Paul Westphal, Dick Van Arsdale y un Alvan Adams que sería elegido All-Star en su año rookie tras promediar 19,0 puntos, 9,1 rebotes y 5,6 asistencias. Caerían derrotados ante los Celtics en seis partidos, en unos playoffs que supondrían los últimos partidos como profesional de Pat Riley. Como recompensa, Colangelo recibió el primero de sus cuatro premios al Ejecutivo del Año.
Escándalo y renovación
Poco a poco, Colangelo iba moldeando a los Suns a la imagen y semejanza de su ideario particular, convirtiéndola, con el paso del tiempo, en una de las organizaciones más distinguidas de la NBA, tanto dentro como fuera de la cancha. Tras un paréntesis de un año, la franquicia de Arizona hiló ocho participaciones consecutivas en los playoffs, incluyendo dos apariciones en las Finales de Conferencia (1979 y 1984), cayendo a manos de Supersonics y Lakers, respectivamente. En cuatro de ellas, alcanzó las 50 victorias. Un nuevo galardón al mejor directivo de la NBA en 1981 hacía presagiar que el éxito definitivo tan solo era cuestión de tiempo. Sin embargo, el equipo se diluyó sin previo aviso. A finales de 1985, Larry Nance y Walter Davis eran los líderes de un equipo huérfano tras las retiradas de Westphal y Van Arsdale años atrás y la salida de Dennis Johnson a Boston y de un veterano Maurice Lucas a Los Ángeles. Aún así, el equipo era bueno y no se entendía el preocupante descenso del rendimiento hasta el punto de hilvanar tres ausencias consecutivas en la postemporada. En abril de 1987, saltaba la bomba.
A mediados de dicho mes, el fiscal del condado de Maricopa, en Phoenix, imputa a 13 personas por tráfico y posesión de drogas. Entre ellos, tres miembros de los Suns, James Edwards, Jay Humphries y Grant Gondrezick, y dos antiguos miembros de la plantilla, Garfield Heard y Mike Bratz. El propio Walter Davis, quien acababa de completar una terapia de 30 días en un centro de desintoxicación para poner fin su adición al alcohol y la cocaína, daba el chivatazo a cambio de inmunidad judicial, conocedor de que su carrera en la NBA estaba en juego.
El estado de la franquicia estaba en un momento delicado. David Stern se subía por las paredes por la imagen que estaba ofreciendo la NBA. Había luchado fehacientemente por limpiar la competición de todo rastro de drogas, hasta el punto de suspender de por vida a Michael Ray Richardson en 1986. Y este nuevo suceso ponía patas arriba la veracidad, el compromiso y la transparencia de la organización. “Tienes que hacer algo, Jerry”, le había implorado el comisionado. Paralelamente, Nick Vanos, gran promesa del equipo, fallecía de forma trágica en un accidente de avión cuando apenas contaba con 24 primaveras.
Esta oleada cogió de imprevisto a Colangelo , quien decidió cortar por lo sano, a todos los niveles. Edwards fue traspasado a Detroit, Humphries a Milwaukee y Gondrezick terminaría deambulando entre el extranjero y ligas menores. Una inercia transformadora que también afectaría a Larry Nance, empaquetado rumbo a Cleveland. Davis buscaría una nueva oportunidad en Denver y el entrenador John McLeod sería despedido tras acabar la temporada.
Aún así, no era suficiente. El nombre de la franquicia por la que tanto había trabajado seguía manchado y se la jugó a una carta. En apenas unos meses coordinó un pequeño grupo de inversión mediante el cual compró la franquicia por 44 millones de dólares. Un movimiento con el que no solo logró estabilizar el delicado momento por el que pasaba la organización, sino que ayudó a transformar la ciudad de Phoenix en un distrito atractivo y próspero para el baloncesto. Y el deporte en general.
Renacimiento y herencia
La recuperación de aquel equipo herido de muerte, deportiva e institucionalmente, fue increíble. Una plantilla completamente destrozada y carente de química había dado paso a una de las más recordadas de la historia de los Suns, con Kevin Johnson, Jeff Hornacek, Tom Chambers, Dan Majerle, Mark West y compañía. Todo ello en apenas tres años. Mientras urdía su nuevo plan, Colangelo recibía el visto bueno de la ciudad de Phoenix para la construcción de un nuevo pabellón para el equipo. En 1992, los Suns se mudaban oficialmente al American West Arena, un recinto con cabida para 19.023 aficionados que albergaba, por primera vez en la historia de la liga, unas instalaciones de entrenamiento con pistas al completo. Un recurso, hoy en día básico, que suponía un lujo para la época. Su visión empresarial le había llevado a afrontar aquella asombrosa empresa pese a las numerosas críticas recibían. “Decían que estaba loco. Que el baloncesto en Phoenix no tenía futuro.” Unas pocas temporadas después, los Suns duplicaban el ingreso medio de la NBA, eran la segunda franquicia cuyos aficionados más gastaban en merchandising y entradas. Todo ello siendo uno de los diez mercados más pequeños de la NBA.
Un prometedor proyecto cuya guinda del pastel sería, por supuesto, Charles Barkley. En Filadelfia había agotado la paciencia de la directiva y en Phoenix necesitaban una pieza más después de quedarse a las puertas de las Finales de la NBA en dos ocasiones (1989 y 1990). Colangelo vio la oportunidad y no dudó en enviar a Jeff Hornacek, Tim Perry y Andrew Lang a los 76ers a cambio de Barkley. El impacto del de Alabama fue inmediato: MVP de la temporada, récord de la franquicia en victorias (62), clasificación para las Finales de la NBA casi 20 años después y cuarto premio como Ejecutivo del Año para Colangelo. Tan solo el primer ‘Three-Peat’ de Michael Jordan y sus Bulls privó a los Suns de cerrar una temporada perfecta.
Tras concluir la campaña 1993-94, Jerry Colangelo cedía los poderes como general manager a su hijo Bryan Colangelo, quien también heredó su visión deportiva. En 2005 recibió el premio al Ejecutivo del Año después de hacerse con los servicios de Steve Nash y asentar las bases de la que sería la última etapa dorada en la historia de los de Arizona.
Hay vida más allá de los Suns
Abandonar los despachos de Phoenix, franquicia de la que siguió siendo propietario hasta bien entrado el siglo XXI, no significaba, ni mucho menos, dejar atrás el frenético ritmo de los despachos. Mientras quemaba sus últimos cartuchos como gerente general de los Suns, Colangelo anunció su intención de crear un equipo de béisbol mediante la fundación de la sociedad ‘Arizona Baseball, Inc.’. En 1998, los Arizona Diamondbacks debutaban en la MLB.
Desde su puesto en la Junta de Gobernadores en la NBA, su influencia fue crucial para el crecimiento de la liga mediante su trabajo en el Comité de Finanzas, el Comité de Planificación a Largo Plazo, el Comité de Expansión y el Comité de Competición y Reglamento. El comisionado David Stern, quien no había olvidado aquel favor durante la crisis de 1987, recurrió a él en innumerables ocasiones, entre ellas durante el cambio de la normativa durante la temporada 2000-01, como parte del comité que deliberó la entrada de Toronto y Vancouver a la NBA o del comité que fundó la WNBA en 1997, ayudando a impulsar el baloncesto femenino profesional en el país. Por supuesto, Phoenix Mercury sería uno de los equipos que disputaría aquella primera temporada.
Stern también recurrió a él con el claro objetivo de remodelar USA Basketball tras los fracasos cosechados en el Mundial de 2002 y en los Juegos Olímpicos de 2004. Colangelo aceptó el puesto de director general (el cual ocupa a día de hoy) solo si Stern cumplía dos condiciones. “Plena autoridad y presupuesto ilimitado”. Desde entonces, Estados Unidos ha conquistado la medalla de oro en los tres Juegos Olímpicos que ha disputado y dos medallas de oro en Mundiales, mientras enviaba a dichas citas a una importante representación de las mejores estrellas de la NBA. Una racha triunfal que finalizó el pasado año en China.
El compromiso de Colangelo con Arizona trasciende incluso el ámbito de los deportes y es ampliamente reconocido como una de las grandes personalidades de la ciudad. Presidente de la Junta del Consejo de Educación, vicepresidente de Phoenix Downtown Partnership, director de la Asociación contra la Violencia Doméstica, miembro de diversas agrupaciones como la Junta de Directores del Museo de Arte de Phoenix, la Southwest Leadership Foundation, la Athletes in Action o la Phoenix Suns Charities, han sido alguna de sus ocupaciones durante sus largos años en Phoenix. Por algo su principal apodo es el de ‘El Padrino’.
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Todo este plan editorial lo llevaremos a cabo para entretenernos y pasar mejor estas semanas de encierro que nos quedan a casi todos. ¡Salud!
(Fotografía de portada de Sam Wasson/Getty Images)
La entrada Serie ‘Despachos NBA’: el gen Colangelo se publicó primero en nbamaniacs.
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