David Trager había hecho un mal negocio. Un año atrás había invertido un total de 500.000 dólares junto a otros seis empresarios para regalar a la ciudad de Chicago una franquicia en la NBA. Walt Bellamy había sido elegido Novato del Año pero las 18 victorias logradas por los Packers suponían el peor registro de toda la liga. Por si fuera poco, la asistencia al International Amphitheatre había disminuido paulatinamente mientras el saco de las derrotas aumentaba de forma considerable. Tras aquella temporada 1961-62, Trager se dio cuenta de que su bolsillo no podía soportar más pérdidas y no perdió ni un segundo en buscar una salida. Los Chicago Packers estaban a la venta.
La noticia llegó a oídos de Dick Klein, oriundo de Fort Madison y estrella del baloncesto universitario en la Big Ten 25 años atrás. Klein había construido una exitosa carrera comercial mediante su propia empresa Klein and Associates. También había jugado una temporada con los Chicago American Gears de la NBL, antecesora de la NBA. Y ahora tenía tanto dinero como para tener su propio equipo profesional.
Tras una fructífera reunión con Trager, Klein comenzó con la búsqueda de socios locales adinerados con la esperanza de completar la compra de la franquicia y mantenerla en la ciudad. Sin embargo, no pudo obtener a tiempo el crédito suficiente y una oferta de casi millón y medio de dólares procedente de un grupo empresario de Baltimore ganó la puja. Sin embargo, el nuevo pabellón en Baltimore no estaría finalizado hasta 1963, por lo que Trager mantuvo al equipo en la Ciudad del Viento una campaña más. Los Packers disputarían la temporada 1962-63 bajo el denominativo de Zephyrs antes de recalar en Baltimore. Este equipo se convertiría en la antesala de lo que actualmente son los Wizards.
Pocos en Chicago se preocuparon de la reubicación de un equipo que no tuvo tiempo ni resultados suficientes como para calar en la afición. No así Klein, quien inmediatamente dedicó todos sus esfuerzos en la creación de la Chicago Professional Basketball Corporation con la esperanza de otorgarle a la ciudad su trozo del pastel de la NBA.
Además de llamar incansablemente a la puerta de muchos potenciales inversores, Klein también sabía que tenía mucho que aprender del negocio, por lo que contactó con los propietarios de los St. Louis Hawks y Cincinnati Royals, Ben Kerner y Tom Grace, con el fin de buscar asesoramiento sobre la mejor manera de construir y establecer una franquicia de éxito en la liga. Su extrovertida personalidad y su disposición a prestar atención a los consejos de los dos propietarios, así como a otros ejecutivos de la NBA, le otorgaron un gran apoyo. Su interés fue bien recibido por Walter Kennedy, quien recientemente había reemplazado a Maurice Podoloff como Comisionado. Kennedy quería apostar por la incorporación de nuevos equipos a la competición, aunque mostró cierto recelo tras el experimento fallido de los Packers.
Sin embargo, la irrupción de Roone Arledge, pionero de las retransmisiones deportivas en televisión y director de ABC Sports, fue clave en el cambio definitivo de postura. Arledge estaba negociando un nuevo contrato televisivo a nivel nacional con Kennedy. Y le aseguró buenas ganancias si su liga presentaba equipos en los tres grandes mercados del país: Nueva York, Los Ángeles y Chicago.
Inicialmente, Kennedy y los miembros del comité de expansión de la NBA informaron a Klein que una nueva franquicia supondría el pago de un canon de entrada de 600.000 dólares, además de un depósito no reembolsable adicional de 100.000 dólares. Partiendo del proyecto previo, Klein retomó el contacto con los inversores con los que había contactado para comprar los Packers. “Para atraer interés, les mostré a todos las cifras que había calculado. Hubo varios millonarios muy interesados”, declararía al Chicago Tribune en 1966.
El empresario había calculado unas pérdidas potenciales cercanas a los 300.000 dólares durante los primeros dos años de vida de la franquicia. “Pero en el tercer año estaba convencido de que comenzaríamos a ganar dinero. Y al final del quinto año todos habrían recuperado su inversión y el valor de la franquicia ascendería a los seis millones. Les dije que, para entonces, sería tan difícil obtener una entrada para un partido de los Bulls tanto como para uno de los Bears o los Blackhawks.”
Mientras Klein estaba ocupado en la búsqueda de inversores, el comité de expansión de la NBA votó en contra de añadir un nuevo equipo para el comienzo de la temporada 1965-66. Tendría un año más para captar nuevos socios. Sin embargo, Kennedy le informó que el canon de entrada se duplicaría, pasando a ser de 1,25 millones. “El nuevo precio fue un revés. Todos habían acordado aportar una cantidad determinada cada uno, por lo que significaba que todos tendrían que invertir más o aceptar una parte más pequeña. Tres inversores potenciales abandonaron inmediatamente, pero un par de ellos siguió.”
Reunir nuevos patrocinadores fue una tarea costosa pero la irrupción de tres grandes compañías posibilitó la operación: Oscar Mayer, Pepsi y Searle Pharmaceuticals. Klein y los dueños y representantes locales de estas tres compañías encabezaron el impresionante grupo de inversores participante. A última hora, además, se uniría Lamar Hunt, un multimillonario petrolero de Texas y padre fundador de la AFL de fútbol americano. Eso sí, con una condición: que no aumentara su participación minoritaria ni intentará hacerse dueño de la franquicia.
Así, los libros de historia de la NBA establecen el 16 de enero de 1966 como la fecha en la que los Bulls se convirtieron en un equipo oficial de la liga. Pero, ¿por qué ‘Bulls’? De nuevo, tenemos que señalar a Klein como el gran artífice. Según la propia web de la franquicia, al propietario se le ocurrió este nombre por accidente. Al igual que Trager años atrás, quería un nombre que denotara fuerza y poder, manteniendo el vínculo tradicional de empacado de carne de la ciudad. A su vez, quería que este estuviera en armonía con la franqueza en una sola sílaba del resto de equipos profesionales de Chicago: Bears, Cubs, (White) Sox y (Black) Hawks.
“Chicago fue la capital mundial del envasado de carne. Al principio pensé en llamarlos ‘Matadors’ o ‘Toreadors’, pero ninguno me convencía. Entonces, una tarde, estaba en mi casa con mi esposa y mis tres hijos cuando comenzamos a lanzar ideas. Después de descartar estas dos opciones, mi hijo Mark dijo: ‘¡Papá, todas nombran a los toros!’. Lo tenía. Le dije: ‘Eso es, ¡ese es nuestro nuevo nombre! ¡Vamos a llamar al equipo los Chicago Bulls!’.”
El 15 de octubre de 1966, los Bulls disputaron su primer partido oficial en la NBA, saldado con victoria ante los Hawks. Tres días después repetirían victoria, en aquella ocasión en el International Amphitheatre de Chicago con los Warriors como rival. No sería hasta 1968 cuando completarían el traslado al Chicago Stadium. Aquel primer proyecto incluía a nombres tan conocidos y variopintos como los del propio Dick Klein (general manager y presidente), Johnny Kerr (entrenador), Jerry Colangelo (scout) y Jerry Sloan (jugador). Para la llegada de Michael Jordan habría que esperar un poco pero esa historia ya es conocida por todos.
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(Fotografía de portada de Tim Bradbury/Getty Images)
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