Otro gallo, de bastante mejor melodía, hubiera cantado en los New Orleans Pelicans esta temporada si un buen puñado de factores rebeldes hubieran sonreído, aunque fuera de refilón. Empezando por la ausencia prolongada del mesías, Zion Williamson, al comienzo de la temporada —se perdió los 44 primeros, en total 45—.
Con el novato esculpido en Duke la cuestión es ya de mal fario. Estando en la burbuja concentrado desde primeros de julio, Zion tuvo que abandonar el complejo por problemas familiares de fuerza mayor. Estuvo fuera casi dos semanas; y eso en plena ola de rebrotes de COVID-19 en todo Estados Unidos. No regresó a Orlando hasta hace pocos días, teniendo que pasar una cuarentena adicional, por lo que la fuga bloqueó su mejor versión ante Utah: fue duda hasta última hora y la restricción de tiempo en pista le dejó en solo quince minutos.
Ojo, 13 puntos (seis de ocho en tiros) pero -16 con él en cancha según las métricas oficiales de la NBA. No dejó esa sensación en directo, pero con Williamson en pista los Pelicans obtuvieron los peores parciales de la noche.
Maleficio con Zion aparte, los Pelicans también se han esmorrado una y otra vez esta temporada con la gestión de ventajas en el marcador. Sin ir más lejos, frente a los Jazz fueron ganando por 16 puntos tras un segundo cuarto en el que arrasaron a su rival.
Después, y a modo de deja vu, New Orleans roció su ventaja con cal viva. Terminaron perdiendo el encuentro con un Brandon Ingram señorial en la primera parte pero desecho en la segunda —solo una canasta convertida—.
“Dejamos escapar una oportunidad de oro”, dijo Alvin Gentry, entrenador jefe, después del encuentro. Así fue, pues de haber perdido la flor de la burbuja con victoria, se hubieran colocado con los mismos partidos ganados (29) que Portland, noveno del Oeste.
Como decimos, no se trató de una dinámica sorpresa. La gestión de ventajas ha granjeado tremendas migrañas en el equipo. Les ha ocurrido con frecuencia: abrir brecha y empezar volando, para después terminar con el agua al cuello o incluso perdiendo.
No es que el equipo entero o Ingram presenten estadísticas —simples y avanzadas— mucho peores en segundas partes o últimos cuartos, pero lo cierto es que tienden a dilapidar sus rentas. El net rating genérico este curso, de hecho, es de -1,0 y mejora ligeramente hasta un 0,6 en segundas partes. Algo de por sí bastante incomprensible dada su tendencia a desperdiciar marcadores.
Juventud, ‘dudoso’ tesoro
Ingram sí que empeora, pero solo ligeramente, sus notas en últimos períodos: 44,4 por ciento en tiros de campo y 37,5 triple, por su 46,4 y 38,4 en términos de partido completo. Poco, pero algo sí se enturbia.
Qué duda cabe que la juventud de la plantilla —media de edad inferior a 25 años— influye a la hora de que lleguen esos perrengues. Faltan muchos kilómetros en jugadores clave y eso se termina pagando. Tres titulares anoche cuentan 21 años o menos y en el banquillo, Jaxson Hayes o Josh Hart (ambos en torno a 20 minutos), también acaban de romper el cascarón como quien dice.
Siete encuentros les quedan a los Pelicans (Clippers, Grizzlies, Kings, Wizards, Spurs, Kings y Magic); cuatro de ellos duelos directos por la noveno y octava plaza de la Conferencia Oeste. Seguro que una de las vías de agua a tapar, lo sabe Gentry, es la gestión de ventajas cuando el encuentro va como un cohete.
(Fotografía de portada: Ashley Landis-Pool/Getty Images)
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