Poco o nada se sabía de Ben Gordon desde hacía un buen tiempo. El que hubiera sido jugador NBA desde el año 2004 hasta el 2015 se encontraba en paradero de lo más desconocido. Había colgado el hábito y pasado a habitar las catacumbas de la actualidad deportiva a excepción de algún enjuto conato de regresar a la competición profesional.
Él quiso regresar a la NBA allá por 2016 y emitió tímidos intentos, con hasta incursiones en la G League. Su situación empezó a mostrar síntomas de algo más grave que una simple pérdida de facultades cuando, a finales del 2017, Gordon volvió a estar de actualidad por haber sido arrestado varias veces en apenas unos meses.
Gordon había dormido en los calabozos en tres ocasiones durante un período corto de tiempo. De dejar las canchas a la prematura edad de 32, había pasado a alojarse en el escalafón más bajo. En uno de aquellos episodios penales resultó detenido por perpetrar un robo con violencia, exhibiendo un cuchillo al dependiente de un establecimiento. Salió de la cárcel previo pago de una fianza de 50.000 dólares.
En otra de las ocasiones en las que terminó encerrado, Gordon retuvo a una mujer en los baños del comercio que él mismo regentaba (Of Our Own), dedicado a la rehabilitación física y la recuperación. Como consecuencia de este lance, también fue obligado a pasar una revisión psiquiátrica. Era evidente que algo no andaba bien en aquella azotea, pero nadie se hacía una idea de hasta dónde llegaba la herida. La transición de dejar la NBA estaba resultando un desafío demasiado exigente. Le estaba matando en vida.
El propio jugador admitió hace unos días, en un artículo escrito para el portal The Players Tribune, el infierno por el que pasó durante algunos tramos de su vida post NBA; llegando a normalizar la idea de acabar con su vida de golpe.
“Hubo un momento en el que pensé en quitarme la vida cada día durante unas seis semanas. Estaría en la azotea de mi apartamento a las cuatro de la mañana, simplemente caminando por el borde de la cornisa, mirando hacia abajo, caminando de un lado para otro; pensando que estaba de veras a punto de hacerlo. Que estaba a punto de escapar de toda aquella mierda”, pudo escribir Ben Gordon en The Players Tribune.
El testimonio es escalofriante, demostrando la cara oculta de una realidad que encuentra cierto halo de tabú en el deporte americano y mundial: los problemas de muchos jugadores que se retiran.
Ben Gordon y sus demonios
“Esto ocurrió justo después de mi último año en la LIga. Yo estaba viviendo en un lugar de Harlem. Había perdido mi carrera, mi identidad y a mi familia, todo ello al mismo tiempo. Estaba en un estado maníaco-depresivo. No comía. No dormía. Y cuando no dormía, era otro nivel nivel diferente de insomnio. Cada noche, me levantaba a la misma hora, como un reloj. Y entonces era cuando los demonios aparecían. Cuando estás despierto toda la noche y todo está callado, en calma, y tú estás solo con tus pensamientos más profundos. Ahí es cuando la oscuridad de verdad empieza a apoderarse de toda tu mente”, podía escribir ben Gordon.
“Estaba obsesionado con suicidarme. Es todo a lo que llegaba, todo en lo que pensaba. Una noche, mis ataques de pánico fueron tan terribles que todo en lo que podía pensar era en escapar. Tío, te lo digo… Te conviertes en algo así como un animal. Es instintivo. Escapar, escapar, escapar, escapar. Me hice con una de esas cuerdas de saltar, las que tienen las gomas duras, y la anudé alrededor de mi cuello. Cogí una silla. Y me colgué. De veras que sí”.
Be Gordon estuvo, literalmente, a unos segundos, un empujón de haber segado su existencia. De detener su desasosiego de la manera más abrupta.
“Se puso tan mal la cosa que me tuvieron que ingresar en un hospital psiquiátrico, y el problema era que yo ni entendía por qué estaba pasando aquello. Era como en las películas. Estaba como en un cuarto blanco, y veía todo lleno de médicos y enfermeras alrededor de mi cama. Llevaban puestos los uniformes médicos y los guantes y me ponían inyecciones en el brazo. Me cortaban los pantalones por la cintura. Era terrorífico. Solo recuerdo rogarles que no me hicieran daño. Y de verdad, pensaba que eso estaba ocurriendo sin ninguna razón aparente. Realmente creía que todo aquello era un malentendido y que se habían equivocado persona”.
Disociación
Entonces llegó lo peor, alimentando en su cerebro una complicada idea derivada de algún tipo de trastorno bipolar.
“Y ahí fue cuando empecé a disociarme completamente de Ben Gordon. Estaba convencido de que era un clon. De que este cuerpo no era el mío verdadero. No podía serlo. Mi espíritu estaba atrapado dentro del cuerpo clon que me estaba entorpeciendo. Creé hasta un nombre diferente para esa persona. Me hice una dirección de e-mail diferente y un número de teléfono diferente para él. Mandaba e-mails a la gente diciéndole que tenía un nombre diferente. Como ‘tío, de veras que soy yo. ¡Pero no se lo digas a nadie!”, continuaba Gordon.
Todo este infierno de Ben Gordon empezó a remitir al cabo de ser sometido a terapia. Poco a poco y con ayuda, su enfermedad y sus tribulaciones fueron retrocediendo hasta llegar al punto actual de superación del problema.
“Primero pensé que no serviría para nada. ¿¡Qué iba a saber de mí una mujer blanca mayor como aquella!? Cómo iba a decirme nada… ¡No podía decirme NADA! Bueno, no lo hizo. Apenas dijo una palabra en realidad. Yo me senté en mi silla y empecé a hablar sobre mi mierda. ¿Y sabes qué? Me sentí muy bien. Terminé haciendo seis meses más de terapia, todo por mi cuenta. No porque tuviera que hacerlos. Porque pensé ‘sabes qué, ¡en realidad me estoy jodiendo con esto!”.
Hasta el momento presente, donde Ben Gordon ha podido canalizar sus demonios, civilizarlos, y predicar con el ejemplo de sus momentos más bajos. Alguien que llegó a ser Mejor Sexto Hombre de la NBA (2005) y que años después estuvo haciendo las mejores migas posibles con la idea de suicidarse.
Ben Gordon promedió 14,9 puntos en 11 temporadas en la NBA y también fue incluido en el quinteto ideal de novatos de la temporada 2004-05. Especialmente recordados son sus años en los Chicago Bulls, donde llegó a hacer 21,4 puntos de promedio (2006-07).
(Fotografía de portada: Christian Petersen/Getty Images)
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