El mes de febrero cuenta con varias fechas inamovibles en el calendario NBA: el cierre de los traspasos, el All-Star, los hurtos a gran escala para con Aaron Gordon en el Concurso de Mates… y la no presencia de Zach LaVine en el All-Star Game.
El escolta de los Chicago Bulls no fue, finalmente, invitado a la fiesta de los mejores en su temporada cumbre como profesional, quedando como uno de los principales olvidados. LaVine está quebrando registros días sí y día también en la cancha. Ha anotado 30 puntos o más 17 veces este curso; cinco de ellas se fue por encima de los 40. No se ha perdido ningún encuentro hasta la fecha (55) y figura entre los 11 mejores anotadores de toda la Liga (25,3 tantos).
Su exuberancia ofensiva es tan redonda como la incapacidad de su equipo para agrupar resultados satisfactorios. Los Bulls (19-36) insisten en no desprenderse de los ruedines pese a las recurrentes erupciones de su nueva estrella, que además este curso registra cifras tope en triples anotados por partido (3,1), tiros convertidos (8,6), rebotes (4,8), robos (1,4), tapones (0,5)… Y su estadística más menos (-0,2) es la segunda mejor de su vida desde que llegara a la NBA en 2014.
LaVine solo era superado en puntos por partido por dos jugadores (Antetokounmpo y Trae Young) de cuantos disputaron el All-Star 2020 en representación del Este. Entonces, con tanta medalla, ¿por qué no le creyeron acreedor de un puesto en la cita de los mejores? Bien, aunque su rendimiento individual resulte de lo más puntiagudo, el concurso de Zach LaVine también deja otras sombras, no tan visibles, que explican el recelo a mezclarle con los grandes gallos de la competición.
Ratio defensivo
Para empezar, Chicago defiende bastante mejor cuando LaVine no está en la cancha (98,3 en ratio defensivo) que cuando sí lo hace (110,6). Una diferencia muy marcada para invocar casualidades. Cierto es también que los Bulls naufragan en ataque cuando no está su máximo anotador (98,2 de ratio ofensivo sin, por 106,6 con él). Oro en cancha rival pero lo contrario en plaza propia.
Y lo que resulta más grave. El equipo que entrena Jim Boylen obtiene mejores marcadores cuando LaVine pega su espalda contra el banco. El net rating del equipo con él (-4,0) es casi cuatro veces peor que el registrado sin él (-0,2). En cualquier caso son los Bulls inferiores a su rival, pero la diferencia entre una y otra muestra llama poderosamente la atención.
LaVine también acumula el peor ratio de asistencias/pérdidas de su carrera esta temporada (1,26).
Todos estos datos mueven a pensar que la campaña 2019-20 de Zach LaVine alcanza para sobresaliente en cuanto a su capacidad anotadora pero no pasa del insuficiente en la contribución para con los suyos. Sus buffets libres de cara al aro no contribuyen no ya a que los Bulls jueguen mejor, sino tampoco a acercar victorias.
Evidentemente, Zach LaVine no es el único responsable de la situación de los Bulls. De hecho, la franquicia se está planteando un corrimiento de tierra en su directiva. No queda claro si para sacar a John Paxson y Gar Forman de la ecuación o simplemente como aditivo de rescate. O un intento de ello. Habrá que ver por dónde van los tiros pero la mejor versión de LaVine en puntos tampoco es el eureka necesario para volver a los playoffs. Toca seguir buscando. Y puede que también reemplazar a los rastreadores que tanto insisten en agotar su crédito.
(Fotografía de portada: Patrick Smith/Getty Images)
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