11 de marzo del actual año 2020. Los Detroit Pistons tenían ya poco que hacer en su partido de miércoles en Philadelphia, ante los 76ers. Terminarían cayendo por una diferencia de 18 puntos, pero lo importante no tuvo nada que ver con el marcador del partido.
Durante los primeros instantes del último cuarto, Dwane Casey, técnico de los Pistons, se encontraba inventando nuevos alaridos para persuadir a los árbitros. Y de repente, Jim Scholler, miembro del cuerpo técnico, se acercó al entrenador principal.
“Tienes que sacar del partido a Sekou (Doumbouya)”, le susurró Scholler con tono que parecía urgente. Hasta alarmado.
Casey respondió con incredulidad. “¿De qué demonios estás hablando? Le acabo de poner en el partido”.
A lo que Scholler argumentaba. “Lo sé. Pero Rudy Gobert acaba de dar positivo por coronavirus. Sekou estuvo hablando con Rudy después del partido de la otra noche (hacía cuatro días). Puede que haya estado expuesto…”.
En efecto, el joven Sekou Doumbouya, natural de Guinea pero con pasado en Francia, había estado con Gobert después del choque ante los Utah Jazz.
Doumbouya guarda cierta relación con Rudy Gobert. Habían estado juntos después del partido; comité al que se había unido el también francés Boris Diaw. Así, el jugador de los Pistons había estado en contacto directo con el primer infectado por coronavirus de toda la NBA. Mala pinta.
Poco se sabía por entonces de lo que se nos venía a todos encima. Pero lo que parecía claro era que dejar que Doumbouya siguiera pululando en el partido resultaba una irresponsabilidad. “Le sacamos del partido inmediatamente”, pudo admitir Casey a ESPN. “Le sacamos por detrás, en dirección al vestuario, alejado del resto del equipo”, alegó un técnico sobre un jugador que casi le fulmina con la mirada al enterarse del cambio. “Cuando saqué a Sekou, me miró como si estuviera loco”.
El partido ante Philadelphia siguió consumiendo sus últimos minutos y el equipo médico de los Pistons se afanaba en averiguar cuál era en ese caso el método correcto para proceder. Doumbouya insistía en que se encontraba sano, que no tenía ningún problema. Se empeñaba en volver a la cancha…
Terminaría jugando un puñado de minutos finales.
“Él quería jugar. Ya había estado en la cancha. Es fácil verlo con retrospectiva, pero en ese momento no teníamos la información que tenemos ahora. Estábamos en mitad de un partido y el jugador nos decía que estaba perfectamente bien. Y no teníamos ninguna información de que él se encontrara mal”, podía añadir Dwane Casey.
Así, de sopetón y con un dilema del tamaño de Michigan, se encontraron los Detroit Pistons con la realidad del coronavirus. Frente a frente y con escaso tiempo para reaccionar. Siquiera para asimilarlo todo.
Suspenso de la temporada 2019-20
Poco después de sellar el encuentro en Philadelphia, las noticias se volvían de lo más serias. Bizarras. Sin haber evacuado todavía el vestuario del Wells Fargo Center, los Pistons se enterarían de que Adam Silver suspendía hasta nueva orden la temporada en la NBA.
Las horas que siguieron a ese momento resultaron de lo más surrealista, como pudo transmitir el técnico de los Pistons a ESPN.
La NBA informó a Detroit de que, debido a que habían estado expuestos a contacto con Gobert, en ese momento el único contagiado de la Liga, tenían que guardar una cuarentena de 14 días. Toda la plantilla y cuerpo técnico se encerraría, cada uno en sus dependencias, para no salir durante las próximas dos semanas.
La tensión y gravedad de cuanto estaba ocurriendo se palpaba en el avión de vuelta a casa. Nadie desea tener prohibida la salida de casa, mucho menos jóvenes atletas de élite con más capacidad física que el 99,9 por ciento de la población mundial. El silencio en el vuelo de vuelta fue sepulcral, como pudo admitir Casey.
Sin saber cómo y de repente, los Pistons eran posible objeto de contagio y se tenían que blindar a cal y canto.
Positivo de Wood
Dos días después de su accidentada excursión desde Pensilvania, los Pistons supieron que Doumbouya dio negativo en el test de coronavirus. Quien sí dio positivo fue Christian Wood. El pívot había compartido minutos, cancha y emparejamiento con Gobert, por lo que tenía muchas papeletas para accionar la alarma.
Wood había informado de un dolor de garganta al equipo médico de los Pistons en la mañana del 11 de marzo, la víspera del partido ante los Sixers. Sin embargo, no pareció nada importante. El jugador terminó saltando a la cancha y hasta pudo grabar su récord profesional de anotación (32) en la noche frente a Philadelphia. Se supone que en ese momento ya estaba infectado.
Paradójicamente, las dos noches con mayor cosecha personal de Christan Wood llegaron con, se supone, que el virus ya dentro de sus fronteras. La anterior (30), acaecida el sábado, había llegado precisamente en el choque ante Utah.
“No tenía síntomas. Ni fiebre, ni dolor de cabeza, nada. Es una de las razones por las que el virus es difícil de diagnosticar”, relataba un Dwane Casey para el que los días siguientes fueron poco menos que una tortura medieval.
Cuarentena en casa
El técnico de los Pistons pudo volver a casa, donde le esperaban su esposa y sus dos hijos, de nueve y doce años. Sin embargo, la cuarentena le obligaba a permanecer alejado de ellos durante las dos semanas que durase su clausura.
Casey hacía vida en un piso de su casa y el resto de su familia en el otro, sin cruzarse siquiera a a hora de la comida.
“Estaba como en una cárcel, con las puertas cerradas. Mi mujer hacía la cena y me dejaba mi parte fuera, en la puerta”, recuerda Casey.
Durante el tiempo que duró la cuarentena, el entrenador de Detroit se las ingenió para comunicarse y acompañar al resto de la expedición del equipo, que, cada uno por su cuenta, también tenía que someterse al aislamiento temporal. En particular, Casey estuvo muy pendiente de Wood.
“Es un chico joven, viviendo solo, así que queríamos estar en contacto con él. Por lo que yo sé, él pasó la mayor parte de su tiempo jugando a videojuegos”.
Con Wood, además, Casey se sentía especialmente sensible, pues su positivo en coronavirus se filtró sin que el jugador diera su consentimiento. No significa eso que el centro médico donde fuera atendido se saltara las reglas; simplemente se filtró esa información por medio de una fuente no conocida. De hecho, cuando se supo el positivo en petit comité, los Pistons fueron informados por parte del hospital de la Health Insurance Portability and Accountability Act, que protege la identidad del paciente en caso de que este no desee revelar su identidad.
Vuelta a la normalidad
Casey y los Pistons terminaron sus días de aislamiento individual (no colectivo) sin incidentes añadidos. El técnico volvió a sentarse a la mesa con su familia y abandonó el comedor particular de su habitación.
El entrenador principal de los Pistons da mucho crédito al equipo médico de la franquicia por haber tratado y contenido la expansión del virus dentro del vestuario. Casey informó también de que en los días previos a todo lo de Utah, Philadelphia y la suspensión, él y sus secuaces insistieron hasta la saciedad en que sus jugadores se lavaran las manos a menudo para tratar de prevenir riesgos que al final acabaron apareciendo.
Como el resto de la NBA y del mundo, los Pistons esperan la orden para poder retomar la actividad ordinaria. En el momento en el que eso ocurra, Casey opina que todos los equipos necesitarán al menos dos semanas para retomar la normalidad competitiva.
“Es la primera vez en sus vidas que estos chicos no pueden ir a un gimnasio. No tienen acceso a ninguna instalación de la NBA, de universidades, de institutos, ni centros de deporte. Será una reto para todos nosotros volver a enganchar mentalmente a todo el mundo y poder jugar”, podía vaticinar Casey.
El técnico admitió que confía en que su equipo pueda volver a las canchas antes del verano y también que la actual será “una temporada que nunca olvidaremos”. Desde luego, Dwane.
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(Fotografía de portada: Gregory Shamus/Getty Images)
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