El documental The Last Dance nos está refrescando la memoria acerca de uno de los mejores equipos que jamás existió en el deporte, los Chicago Bulls de 1995 a 1998; los del segundo Threepeat. Si todavía no has visto el documento y prefieres no escarbar demasiado antes, puedes dejar este post en la nevera hasta dentro de un par de días. Si no, no hay ningún problema con que sigas leyendo.
Rescatamos en este punto uno de los múltiples matices que nos recuerda el documental. Al comienzo de la temporada 1997-98, la que a terminaría siendo la del sexto anillo para Michael Jordan, Scottie Pippen sufrió una situación de lo más anómala.
El alero y escudero sempiterno de Jordan se encontraba en plena guerra con la directiva y propiedad de los Bulls y hasta pidió ser traspasado a otro lugar.
Todo se explicaba debido al exiguo salario que Pippen recibía en los Bulls. Como uno de los cinco mejores jugadores de la NBA en tal momento, Pippen era solo el sexto jugador mejor pagado en Chicago y no entraba ni dentro de los 100 mejores salarios de toda la competición (puesto 122º). Esta situación encontraba sus motivos seis años antes, en 1991. Pippen procedía de una familia con escasos recursos y demasiados miembros que alimentar, pues fueron doce hermanos.
Por tal motivo, Scottie firmó al término de su contrato de novato un contrato de entre dos y tres millones de dólares por temporada. Para la época no estaba mal la cantidad, sin embargo en el futuro podía quedar desfasada si Pippen —como así ocurrió— seguía elevando su nivel de juego. El jugador prefirió, dados sus antecedentes familiares, asegurar un buen dinero para gran parte de su carrera. Por eso aceptó una oferta que sabía podía quedar escasa en años venideros. Temía que una lesión le privara de ganar las cantidades que necesitaba para mantener a su familia en buenas condiciones. Por eso hipotecó su futuro con un contrato de muy larga duración, de siete años.
Claro, como muchos le advirtieron, muy poco tiempo después de la firma Pippen observó que se había precipitado. Vería cómo su salario quedaría desfasado y jugadores de mucho menor nivel percibían cantidades más generosas.
Pippen intentó dar la vuelta a la situación, tratando de que tanto el general manager de los Bulls, Jerry Krause, como el propietario, Jerry Reinsdorf, le mejoraran las condiciones. No fue así, puesto que no tenían ninguna obligación de hacerlo. El contrato se había autografiado para respetarse.
Esa situación derivó en una escalada de tensión entre Pippen y la directiva. El jugador hasta faltaba el respeto a Krause de manera evidente delante de sus compañeros. El colmo de todo resultaron los rumores de que el GM pretendía rehacer el equipo y para ello una de las opciones era traspasar a Pippen. Cerca estuvo de irse a cambio de un joven Tracy McGrady, pero Jordan y también la propiedad pararon aquel disparate.
Su lesión y operación
La situación se había agravado dado que Pippen había terminado la temporada anterior, 1996-97, lesionado. Como no se sentía cien por cien valorado como merecía, no se operó el tobillo inmediatamente después de la temporada. No quería arruinarse el verano y las vacaciones por una organización que no le valoraba lo suficiente. Era feliz en el vestuario pero tenía problemas con la directiva por la cerrazón a mejorar su contrato.
En tal situación se produjo la inesperada demanda de traspaso de Scottie Pippen que a todos, incluso a Jordan, cogió por sorpresa. “No creo que vuelva a vestir esta camiseta”, alegó el ’33’, dando a entender que había poca solución, mientras permanecía lesionado y no podía saltar a la cancha.
Además, como remarcaba The Associated Press en la época, era la segunda vez en tres años que Pippen insinuaba que quería salir de la organización astada. Había colmado su paciencia y no creía poder seguir en tal situación.
“Creo que se me ha tratado de manera muy injusta en esta organización y hemos llegado a este punto ahora. No me veo siguiendo como si nada. Creo que merezco un poco más de respeto. Es algo muy difícil. Tengo mucho respeto por mis compañeros y fans en Chicago. He disfrutado de mis diez años jugando aquí”, podía reconocer Pippen en noviembre de 1997, en declaraciones recogidas por The Associated Press.
Con el paso de las semanas, el asunto se normalizó en cierto modo. No hubo mejora de contrato, tampoco traspaso; Pippen aceptó seguir en los Bulls hasta el final de su contrato, que llegaba justo el siguiente verano.
Jordan llegó a reprochar en cierto modo su actitud a Pippen, acusándole de pensar en sí mismo y no en el equipo. Steve Kerr, también compañero en aquel mítico equipo, alegó que el vestuario entendía los motivos del ’33’. “Todo el mundo respetaba mucho a Scottie. Probablemente tendría que haber sido el segundo jugador mejor pagado de la NBA, o seguro estar en el top cinco. Así que todos le entendíamos, nadie se tomó a mal que se operara (tobillo) más tarde. Después lo entendimos. Teníamos que darle su espacio, él estaría listo para la segunda parte de la temporada con nosotros”, recordaba Kerr en declaraciones a ESPN.
Scottie Pippen terminaría levantando su sexto campeonato en junio ante los Utah Jazz. Cerraba la era dorada de Chicago en la NBA.
Ese verano, anterior al lockout, Pippen firmaría el ya sí mejor contrato de su vida en la NBA y cobraría por fin como una estrella. Acordó cantidades cercanas a los 80 millones por cinco año con Chicago, pero fue traspasado en sign and trade a Houston. Chicago le hizo un pequeño favor con ese movimiento, pues si el jugador hubiera negociado por su cuenta con los Rockets hubiera percibido menos dinero.
(Fotografía de portada: Getty Images)
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