A principios de la década de los 80, la NBA era una empresa con muchas más sombras que luces. La mayoría de las franquicias completaban temporada tras temporada con pérdidas y algunas se habían situado a solo un paso del abismo financiero. Fue la aparición de Larry Bird y Magic Johnson la que insufló una importante bocanada de vida a la competición, permitiendo que el interés por ella comenzara a crecer. A su vez, la instauración de un tope salarial en 1983 evitó el evidente despilfarro de dinero y obligó a las franquicias a manejar mucho mejor sus cuentas. No obstante, el ascenso de David Stern como Comisionado se convirtió en el verdadero detonante del fuerte crecimiento que acompañó a la liga desde entonces. Aumentó considerablemente los ingresos televisivos y abrió las puertas a la comercialización mundial de las estrellas de la liga, aprovechando la irrupción de Michael Jordan. Los brotes verdes no solo extinguió el temor a una reducción de equipos sino que, por el contrario, permitió crear una serie de vacantes para ampliar la nómina existente. La NBA anunció su intención de añadir entre tres y cinca nuevas franquicias, en función de las ofertas recibidas. En Florida, tres ciudades recibieron la noticia con ilusión: San Petersburgo, Orlando y Miami.
La Miami Sports and Exhibition Authority había sido fundada en 1983 por un grupo de promotores deportivos que deseaban la llegada a la ciudad de nuevos equipos de las grandes ligas. Hasta entonces, tan solo los Dolphins de la NFL habían teñido South Beach de deporte profesional. Tras desechar la candidatura inicial presentada por Alan Potakmin, dueño de uno de los concesionarios de automóviles más importantes de la ciudad, y el inversionista inmobiliario Seth Werner, el colectivo decidió respaldar la propuesta de un nuevo grupo que incluía a la antigua estrella de la NBA Billy Cunningham y a Lewis Schaffel, un agente de representación retirado que había sido también general manager de los Jazz, Hawks y Nets. Ambos reclutaron a otros dos importantes socios: el productor teatral Zev Bufman y a Ted Arison, fundador de la compañía de cruceros Carnival Cruise Lines que había cedido ya a su hijo Micky. El propio Ted se convertiría en el propietario mayoritario gracias a su gran respaldo económico, mientras que las operaciones deportivas diarias serían delegadas en Cunningham y Schaffel.
La primera obligación del grupo inversor fue el pago de un depósito no retornable de 100.000 dólares. Una mera formalidad en comparación con la gran exigencia impuesto por la NBA: la ciudad de Miami tenía que demostrar la viabilidad del proyecto de construcción de un nuevo pabellón capaz de albergar al equipo y cumplir con las exigencias de aforo y modernidad de la liga. Hubo dudas de que las obras finalizaran en el tiempo establecido. Según una información filtrada por la prensa, el Comité de Expansión estaba profundamente preocupado por la ubicación elegida para el pabellón, una zona conocida por aquel entonces por ser lugar de reunión para los traficantes de drogas y un núcleo habitual de prostitución. El inicio de las obras se retrasó hasta mediados de 1986 pero el grupo inversor estaba completamente convencido de que la ciudad sería la elegida e insistió en la seguridad del lugar.
Así, el comité anunció en una reunión celebrada el 2 de abril de 1987 las primeras dos ciudades que habían ganado la puja: Charlotte y Minnesota. Si bien las solicitudes procedentes de Anaheim, San Petersburgo y Toronto fueron rechazadas, no se fue capaz de llegar a ningún consenso al respecto de la tercera franquicia. Las propuestas de Miami y Orlando competían a un nivel muy similar y el comité decidió retrasar la decisión hasta la reunión anual de la liga que se celebraría seis meses más tarde. Sin embargo, esta prórroga reavivó involuntariamente las disputas entre ambas ciudades. Desde la apertura de Disney World en 1971, Orlando comenzó a competir directamente con Miami por la afluencia turística del estado de Florida y las fuerzas económicas se equipararon. Ahora, la llegada de una franquicia de la NBA serviría para decantar la balanza y la campaña de desprestigio dio comienzo. Algunas personalidades públicas y medios de comunicación locales comenzaron a sacar trapos sucios de la ciudad rival, y la situación amenazó con convertirse en una pesadilla de relaciones públicas para la NBA. Tanto llegó a caldearse el ambiente que David Stern asumió que no podía esperar hasta octubre para tomar una decisión definitiva. También comprendió que elegir entre uno u otra despertaría la ira de los perdedores. ¿Por qué no aprovechar la rivalidad entre aquellos dos grandes mercado? Poco después, la NBA anunciaba que tanto Orlando como Miami disfrutarían de su propio equipo. Los Heat y los Hornets ingresaron oficialmente en la liga en 1988. Los Magic y los Timberwolves tuvieron que esperar una temporada más.
Solventado el grueso del meollo, era hora de bautizar y ‘vestir’ al nuevo equipo. Eran años previos al auge de Internet y la era digital, así que desde la cúpula de la organización se llevó a cabo un concurso mediante correo postal con el objetivo de dar un nombre representativo a la franquicia. Cunningham, Schaffel y Arison recibieron más de 5.000 propuestas distintas, entre las que se recogieron nombres tan curiosos y variopintos como Alligators, Cobras, Vipers, Bagels, Stone Crabs, Buns, Riots, Cannons, Guerillas, Machos, Maniacs, Shores, Suntrotters, Sunsetters, Sunspots, Sunbathers, Sunbelts, Moon Walkers Armadillos, Bees, Men O’War, Groupers, Sharks, Barracudas, Blue Runners, Black Mullets, Hammerheads, Kingfish, Red Snappers, Sailfish, Wahoos, y, por supuesto, Vice. La ganadora del concurso fue Stephanie Freed, quien propuso el inconfundible ‘Heat’ en alusión “al calor que debe desprender el alma del equipo”. Como premio, Stephanie recibió un par de abonos de temporada y un lugar en la historia de los recién bautizados Miami Heat.
Para la confección del logotipo se siguió un procedimiento muy similar. Sin embargo, la decisión final recayó, en esta ocasión, en una votación popular por parte de los aficionados, no en la propia organización. Los diseñadores Mark Henderson y Richard Lyons, graduados en The Art Institute of Ft. Lauderdale, Florida, resultaron ganadores con un 34% de los votos de los aficionados. El característico balón en llamas apenas ha sufrido unas pequeñas modificaciones desde entonces. El segundo lugar fue ocupado por un logotipo que representaba una pelota de baloncesto con unas gafas de sol como atuendo. Mark y Richard recibieron, al igual que Stephanie, dos abonos de temporadas y, además, una invitación para el All-Star Game de 1990, celebrado en el Miami Arena.
Incluso cuando todo estaba listo para que el equipo se vistiera de corto, un cabo suelto amenazó con echar todo por tierra. La NBA exigió una venta confirmada de 10.000 abonos de temporada antes del 1 de diciembre de 1987. Aunque un total de 14.000 aficionados había comprado tickets sueltos, la cifra de abonos vendidos a principios de noviembre ascendía a los 7.500. Un impulso final y la compra de 200 abonos por parte de la Asociación de Constructores Latinos permitió a los Heat superar la barrera de los 10.000 sobre la bocina. Logrado esto, cerrar acuerdos de retransmisión de radio y televisión fue coser y cantar. Paralelamente, el Miami Arena abrió sus puertas de manera oficial el 13 de julio de 1988. Por aquel entonces se convirtió en uno de los pabellones más modernos de todo el país, pero el emergente auge de las zonas VIP, las suites de lujo y los asientos premium evidenció una rápida obsolescencia: apenas una década después, los Heat se mudarían al American Airlines Arena.
Así, la cúpula se centró en construir el bloque deportivo de la temporada inaugural de los Heat en la NBA. Lewis Schaffel fue designado como gerente general y en uno de sus primeros movimientos cerró la contratación de Ron Rothstein como head coach. Rothstein no tenía experiencia alguna como entrenador jefe en la liga pero había formado parte del cuerpo técnico de Mike Fratello en Atlanta y de Chuck Daly en Detroit durante el último lustro.
Sin embargo, en el draft de expansión no tuvieron la misma suerte –o el buen ojo– de sus ‘vecinos’ de Charlotte. Mientras que los Hornets fueron capaces de pescar a jugadores como Dell Curry o Muggsy Bogues, ninguna de las selecciones de Miami completó una etapa estable en la franquicia. Tan solo el base Jon Sundvold disputó más de tres temporadas en Florida, mientras que jugadores como Andre Turner o Hansi Gnad recalaron en Europa. Así, desde las oficinas apostaron por una plantilla eminentemente joven y construida desde el draft. Rony Seikaly (pick nº 9 del draft de 1988), Kevin Edwards (nº 20), Grant Long (nº 33) y Sylvester Gray (35º) confeccionaron la columna vertebral de aquella primera plantilla.
Como cabía esperar, los inicios fueron muy difíciles. Los Heat apenas pudieron sumar 15, 18 y 24 victorias en sus primeras tres temporadas de vida. Rothstein sería despedido en 1991 y en su lugar aterrizaría Kevin Loughery, entrenador de los Bulls en la primera campaña de Jordan en la NBA. La elección de Glen Rice en el draft de 1989 y de Steve Smith en el de 1991 posibilitó un salto de calidad importante en el equipo. Así, los Heat disputarían sus primeros playoffs en 1992 para repetir en 1994, cayendo eliminados en primera ronda a manos de Chicago y Atlanta, respectivamente.
El punto de inflexión que marcaría un cambio de tendencia en el equipo tendría lugar en 1995, con una serie de movimientos en cadena que serviría para construir el concepto actual de ‘Cultura Heat’. Micky Arison sustituiría a su padre Ted como propietario de la franquicia y Dave Wohl haría lo propio con Schaffel al frente de las oficinas. Pero la operación más importante tendría lugar en septiembre del mismo año, momento en el que Arison pagó un millón de dólares y envió una primera ronda del draft a Nueva York para hacerse con los servicios de Pat Riley. Un día después, era presentado como nuevo entrenador y presidente de operaciones de los Heat. Desde su llegada a South Beach, Riley estableció un estándar de excelencia reconocible y fácilmente vinculable a ‘la marca Heat’, que se ha prolongado hasta nuestros días.
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(Fotografía de portada de Mike Ehrmann/Getty Images)
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