La primera parte de esta saga sobre San Antonio la puedes encontrar aquí; la segunda, aquí; la tercera, en este enlace.
“He pensado en esa jugada todos los días, sin excepción. Cuatro, cinco, seis, diez veces. Todos los días. Siempre”, explicaba con amargura Gregg Popovich. El mismo sistema implantado por él presentaba dicha premisa como innegociable. Había identificado el lanzamiento desde las esquinas como el más efectivo desde una perspectiva analítica. Por ello, también debían ser defendidas a toda costa. Principalmente en un sexto partido de unas Finales, con un 95-92 a favor en el marcador y 11,5 segundos de posesión por delante.
Tras un bloqueo y un cambio defensivo previo, LeBron James intentó un triple desde ocho metros que escupió el aro. Tony Parker y Boris Diaw habían corrido a puntear el tiro, lo que liberó de marca a Chris Bosh. Este capturó el rebote y rápidamente halló la respuesta a la difícil ecuación que se le había presentado a Miami. La esquina derecha de ataque despejada. Y, en ella, Ray Allen. Completamente solo. El triple entró pese a la desesperada reacción de Parker. Aquel lanzamiento infligió una herida que los Spurs fueron incapaces de sanar. Los Heat se harían con la victoria en el sexto partido y conquistarían el campeonato en el séptimo y definitivo encuentro.
“Nunca había visto el equipo tan roto”, reconocería el base francés. No hubo discursos apasionados, celebraciones multitudinarias ni corrió el champán por el vestuario del AT&T Center. Aquel mazazo empujaba a los de Texas al verano más incierto en la historia de la franquicia.
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