Fue hace una eternidad. Si 30 años ya son muchos, nos parecen todavía más en esta época de pandemia mundial que vivimos. Han pasado tres décadas desde aquel día en el que Michael Jordan ‘estuvo’ en la ACB y la Barcelona preolímpica, de una manera más fugaz, eso sí, que en 1992.
Estamos en el 30 de agosto de 1990. La Ciudad Condal despide un verano al que desea decir adiós con una fiesta del baloncesto. La ACB, que no ha cumplido ni diez años de vida y que todavía se recupera del shock por la muerte de Fernando Martín, acaecida en diciembre de 1989, diseña un partido de presentación del curso 1990/91. El vigente campeón de la máxima competición nacional es el FC Barcelona de ese Audie Norris que peleó mil batallas con el propio Martín y que se quedó huérfano de su rival.
El mundo parece que camina hacia el fin de la Historia, porque ha caído el Muro de Berlín, el comunismo agoniza y a la URSS le quedan meses de vida. De hecho, su desintegración ya se avanza en este 1990, igual que la del bloque comunista en su conjunto. Adiós a la Guerra Fría, a la que sucederán dramas como la Guerra de los Balcanes.
Precisamente en agosto de 1990 se acababa disputar el Mundial de Baloncesto de Argentina, con un ensordecedor triunfo de Yugoslavia. Casi la última gran victoria de una selección, de un país que ya caminaba hacia su propio horror.
A su ritmo siempre, el baloncesto estadounidense vivía en otra dimensión. No, los jugadores NBA todavía no competían en las competiciones internacionales, por lo que las opciones entonces de ver a la estrellas con la selección de Estados Unidos se reducían a viejos vídeos, recortes y páginas de días olímpicos.
No fue un 30 de agosto cualquiera ni el plan inicial era así
Jordan, uno de esos hombres que del que se pudo gozar en los Juegos Olímpicos de 1984 cuando todavía no era profesional, ya era en 1990 un jugador de 27 años, consolidado en la NBA y que entraba en la temporada definitiva para él, donde reventaría la NBA con ese MVP de la Liga, de las Finales y el anillo 1991 tras ganar a los Lakers por 4-1. Chicago, a los pies de Su Majestad, realidad que ya sucedía en 1990. El futuro era de Jordan. Y ahora, con la distancia sencilla de verlo todo cuando ya ha sucedido, era más todavía obvio que el reinado de MJ estaba listo para arrancar.
El Jordan de agosto de 1990 señalaba, entre otras lindeces, que para 1992 no acudiría a los Juegos Olímpicos. ¡Qué cosas!. Iba a ser la primera gran cita con jugadores profesionales de los Estados Unidos, tras decidir la alata instancia del baloncesto USA que humillaciones como las de los Juegos de Séul 1988 no se deberían permitir más. El mismo Jordan de agosto de 1990, en ese preciso instante, se debía a Nike, la empresa que sí vio su proyección años atrás — hola, Adidas — y que ya había convertido al jugador en estrella publicitaria internacional.
Y como se debía a Nike, estaba Jordan enfrascado en una gira promocional con la marca que le había llevado antes que a España a otros destinos europeos, como Alemania. Las tierras germanas iban a ser su última parada antes de llegar a España y así aprovechar también para ver al Rey Juan Carlos I según El País. Pero no solo iría a Barcelona, sino a Madrid. Sin embargo, el viaje a la capital se quedó en el aire europeo. “Fui a Alemania para facilitarle el viaje a España, pero Michael decidió coger su propio vuelo, imagino que un chárter individual. No te puedo decir, pero no me extrañaría que se hubiera ido a Mónaco a jugar al golf. Es solamente una opinión”. Palabras de Walter Szczerbiak al periodista Darío Ojeda, en un reportaje de 2018 realizado en El Confidencial sobre el curioso viaje de Jordan a España.
¿Golf en Mónaco? Conociendo las costumbres de Jordan, nada puede extrañar. Otras explicaciones más oficiales aludían a cuestiones de agenda, de carencia de vuelos, de falta de confirmaciones oficiales. E incluso meten por ahí a la Guerra del Golfo, en un relato que da para un texto extra.
Nike paga la multa
Como quiera que fuera, Jordan acabó en Barcelona, donde sí tenía agenda, como visitar la sede de la ACB, las obras del Estadio Olímpico de Montjuic… pero no jugar —inicialmente— ningún partido.
Decíamos, Jordan se debía a Nike en esos días. La NBA, ante la posibilidad de que una de sus estrellas formara parte de un duelo, por muy amistoso que fuera, entre dos combinados de jugadores de la ACB, advertía que multaría al jugador. Dio igual, porque Nike pagó la sanción.
Michael Jordan en la ACB no jugó de paseo
Y Jordan se vistió de corto para jugar un choque de pretemporada, en el Palacio de los Deportes de Barcelona, donde tomarían parte estrellas de la ACB como Jordi Villacampa, que días antes había batido el récord de anotación en un partido con la camiseta de la selección española, Ricky Winslow, el propio Audie Norris, Brian Jackson…
Hubo ritmo, vaya que si lo hubo. El plan inicial era repartir el duelo en dos partes de 12 minutos cada una. Pero definitivamente se alargó el electrónico hasta la media hora de partido. Jordan lo jugó casi todo: 28 minutos y 35 segundos en total y una parte con el combinado de azul y otra con el de rojo.
No fue un paseo, nunca lo puede ser con alguien que acabó el asunto con 37 puntos y 7/11 en triples. Con el mejor jugador de todos los tiempos no había matices, ni diferencias entre basket FIBA y NBA. Nada. Jueguen.
Más madera en 1992
La ACB repitió la fórmula en 1991, con estrellas como Charles Barkley y Scottie Pippen. Jordan se marchó de Barcelona y muchos quizá pensaron que aquella exhibición en aras de la ACB iba a ser algo que no volvería. Pero Jordan regresó a la Ciudad Condal en 1992, en un contexto inolvidable. Ya saben, Juegos Olímpicos de Barcelona, del Dream Team. Eso sí que nunca iba a volver, porque esa excelencia no regresó jamás. 1990 y Michael Jordan en la ACB fueron un extraordinario aperitivo y una muestra, ahora en 2020, de lo que diferente que era todo —olvidemos la pandemia— hace tres décadas. Cuesta creer a LeBron, por ejemplo, en un combinado de la ACB 2020 por muy amistoso que sea todo. ¿Verdad?
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