Las grandes torres de la NBA siguen en pie. Por mucho que algunos busquen borrarlas de la faz de La Tierra para siempre. En la época del small-ball y la desaparición de las posiciones estándar, los tradicionalmente denominados como ‘centers’ han tenido que seguir a rajatabla el guión escrito por Charles Darwin hace un par de siglos: evolucionar para sobrevivir. La ley del más fuerte en una NBA tan competitiva como cualquier otro ecosistema natural.
Los pívots no estaban muertos, estaban de parranda. Mas bien, refugiados en el gimnasio, en la sala de vídeo o en largas rondas de tiro preparando sus cuerpos y sus fundamentos para los difíciles tiempos que corren. Promesas recientes como Greg Monroe, Jahlil Okafor o Nerlens Noel habían caído previamente. Ya no es suficiente con ser buenos o destacar en un único apartado. Ahora, hay que ser el mejor y desenvolverse como fieras en ambos lados de la cancha.
Anthony Davis y Nikola Jokic han demostrado que un buen hombre alto sigue marcando la diferencia en los playoffs. Bam Adebayo, encuadrado en la Conferencia Este, es la última versión de esta frenética ‘guerra de pívots’ en busca de la excelencia. Los dos primeros anotaron los últimos 22 puntos del Game 2 de las Finales del Oeste y han cargado con gran parte del peso de sus equipos. El de Miami, ha completado una sensacional temporada en la que ha roto las barreras del All-Star Game, los mejores quintetos defensivos y, casi, el del Jugador Más Mejorado.
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