Una de las grandes cuestiones previas al primer partido de las Finales de la NBA giró alrededor de los posibles planteamientos para minimizar el impacto de Anthony Davis: ¿cómo defenderían los Heat al ala-pívot?, ¿desplegaría a Bam Adebayo, un All-Star y All-Defensive Team, para medir sus fuerzas con el máximo anotador de los Lakers?, ¿mantendría a Adebayo alejado de la pelota como defensor desde las ayudas, asignaría su marca a Jae Crowder y apostaría por dobles marcas en el poste?, ¿o plantearía un formato alto acompañando a Adebayo con Kelly Olynyk o Meyers Leonard?, ¿quizá establecer una defensa zonal para empujar a Davis fuera de la pintura?
Sin embargo, desde que Frank Vogel sentó a Dwight Howard y Anthony Davis se estableciera como el único ‘5’ del equipo en este primer choque, Miami se dio de bruces contra la realidad: sería imposible detenerlo. No existe una receta para ello y es esa una de las principales razones por la que los Lakers se encuentran a tan solo tres triunfos del 17º título de su historia.
Davis destrozó a Miami en el Game 1. Anotó desde el catch-and-shoot y superó en el rebote a sus defensores. Impulsó la transición ofensiva del equipo, contuvo a los rivales en la pintura y orquestó la circulación del balón desde el poste, encontrando al compañero abierto. Neutralizó a Crowder –quien fue, de hecho, la primera opción defensiva de Erik Spoelstra–, Adebayo y cualquier otro defensor que se impuso en su camino. Su desempeñó enterró a los Heat, estableciéndose como el mejor jugador en la cancha y ganando, no solo el encuentro, sino también la primera batalla individual para el premio al MVP de las Finales. En total, anotó 34 puntos, con un 11 de 21 en tiros de campo, capturó nueve rebotes, repartió cinco asistencias y colocó tres tapones. Tan solo Shaquille O’Neal (43) y George Mikan (42) habían anotado más puntos en su primer partido en unas Finales con la camiseta oro y púrpura.
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